miércoles, 2 de febrero de 2011

Un paseo interminablemente natural

Texto que escribí hace un par de meses después de haber escuchado el disco "Ruta natural" de Paseo de Ovejas.


Un paseo interminablemente natural


Alrededor de unos 5 años o más o menos, un día salí a tomar una chela a un bar llamado “Qbar” en el centro de la ciudad de Saltillo, se había anunciado un concurso de bandas de rock locales y, al parecer, ya eran las semifinales o algo de esas cosas. Invité a varios amigos a echarnos unas chelas, pero nadie, en su sano juicio, iba a acompañarme a ese tipo de lugares (creo que no era el lugar, sino que la música que llego a escuchar no es tan prendida como la de los tigres del norte o banda el recodo que ellos escuchan).

De pronto me vi sentado en la orilla de un ventanal, porque la mayoría de los bares del centro pues son casas viejas, mejor dicho antiguas. Sentado ahí en el ventanal, no recuerdo si era una tkt light o una victoria, de pronto aparece un cuate con la greña desaliñada, pantalones de mezclilla, suéter y saco (quien resultó ser el bajista de la banda siguiente). Se acercó y saludó con una confianza de años. Me dijo que una amiga suya había dicho que nos parecíamos. Surgieron algunas risas y un choque de cervezas. Continué escuchando las bandas que pasaban. Un break de 15 minutos para darles oportunidad a la banda siguiente, que se hacía llamar Paseo de Ovejas. Le hablé al mesero y pedí de cenar. Comenzaron a tocar una canción, que al terminar supe se llamaba “canciones de sol”. Fue un grato sabor de boca culminar mi cena con una copa de tinto y el último acorde de esa canción. Cantaron otras 2 canciones más. Me levanté para felicitarlos e intercambiar correos.

Gracias a eso, un par de años después, tuve la oportunidad de que presentaran, junto al escritor Gustavo Sainz, mi tercer libro “poema-rcela-s de ena-na-morados”. Una noche llena de música como sólo Paseo de Ovejas saben interpretar. Le dieron alma rockera a mis letras. Después supe que había comentarios positivos de esa noche.

Ahora, dos años más tarde de la presentación de mi libro, tengo el privilegio de escuchar el primer disco de esta magnífica agrupación compuesta por: Adal, baterista; Ángel, guitarrista; Joselo, bajista; y Roy, Voz. Hoy decidí tomarme tiempo para hacerle un pequeño homenaje a Paseo de Ovejas y a su disco. Con un título que fluye, “La ruta natural”, su disco es una compilación de sensaciones alucinantes. Inicia con una de mis rolas favoritas, “La marcha y la mar”, canción que habla sobre el amor de una forma demasiado peculiar: haciendo el amor en un cavalier. (¿No hubiera sido un poco incómodo hacerlo en un cavalier?) Es una rola que te prende desde el instante que entra a tu oído. Pero también tiene canciones más experimánticas, por así llamarlo, como son “Fugaz”, “Patio O” y “San Pedro”. El diseño, realizado por Roy, ya que, además de músicos, también se dejan llevar por las artes y realizan pinturas y fotografía; está compuesto por una serie de imágenes (gracias a la creatividad de Adal) que hacen referencia a las canciones que integran el disco.

No cabe duda que la tenacidad lleva siempre por buenos caminos; Paseo de Ovejas no es la excepción. Es bueno saber que en una ciudad como Saltiyork, se puede escuchar este tipo de propuestas (claro, sin dejar atrás el resto de bandas que andan trasnochando en busca de canciones). También aclaro que no tengo nada de crítico de música, pero como cualquier humanoide que gusta de las notas musicales es que decidí escribir este texto, que es más que nada como una forma de hipnosis para que vayan a conseguir el disco de “Ruta natural” y se den el tiempo para disfrutarlo ya sea solo, en compañía, con una chela o un toque, como ustedes gusten; pero ¡disfrútenlo!



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