martes, 28 de abril de 2015

Interblogueando con @MoonyTj


Un solo tema, dos puntos de vista:
NUBES
Mi punto de vista en su blog:
El punto de vista de @MoonyTj , aquí:
 
 
 
TÚ Y LAS NUBES, OTOÑO

En mi cielo al crepúsculo eres como una nube
Y tu color y forma son como yo los quiero.
Pablo Neruda


Yo juraba que, como estrategia de supervivencia, chaleco salvavidas y mecanismo de defensa; desde hace algunos años, había decidido enamorarme de las nubes. Entrar en un idilio melcochoso y eufórico [sobre todo en otoño] con sus formas, dimensiones y claroscuros.

Ver las nubes
e irremediablemente pensarte,
otoño.

Segura estaba que, para olvidar las penas terrenales, era preciso mantener la mirada en alto. Abandonarse al embeleso que provocan  sus colores en la puesta de sol.  Y dejarse arrastrar por la marea de palabras que brotan del alma, entre cirrus, estratos, nimbos y cúmulos; abonándole al campo semántico de las historias suspendidas en la atmósfera.

Tengo tanta nube entre las manos
¡si vieras!
Tanta nube entre las manos
como para no dejarte ni el último rincón de los sueños, sin nublar…
Como para que vuelvas
cada vez
en busca de mi cielo.

Así los años y el idilio se fue tejiendo a punta de palabras y fotografías capturadas,  con el fervor de un beso robado. Mis amigos más cercanos, incluso, llegaron a enviarme las fotos que tomaban en sus viajes. Según decían, al toparse con cielos espectacularmente nublados, pensaban en mí.  No voy a negar que tal gesto de cariño aún me conmueve. Pensar que, de pronto y por mi causa, ya andan otros por la vida mirando al cielo, me llena con la misma satisfacción que la mayor de mis travesuras de infancia.

Esas nubes gigantescas
bien podrían caer sobre nosotros y aplastarnos
pero es tal su gentileza y su compasión tan dulce
que no prestan atención a la barbarie
de aquellos que pasan el día
sin levantar la mirada del suelo.

A la experiencia sensorial, se fueron sumando los descubrimientos poéticos: ¡las nubes están en todas partes! Desde Neruda hasta Becerra, sin omitir ¡jamás! a mi querido maestro Francisco Morales; encontrar la palabra “nubes” en los poemarios de otros,  resulta un descubrimiento de lo más gozoso. Saberse cómplices en  la mirada, en el asombro.


Sí, yo habría firmado mi declaración plenamente convencida: este amor por las nubes es algo nuevo. Es la sublimación poética que me rescata de la soledad; que sana las heridas del pasado a fuerza de un gozo auténtico, pleno y tangible. Ah, pero justo hace unos días, me sacaron del error. “Siempre te han gustado las nubes”, afirmó un amigo que conoce mi trabajo fotográfico desde hace más de 15 años. Él, responsable de montar mis fotos para exposiciones escolares en la universidad, lo recordó con precisión. Las nubes siempre han sido mías. Algo comparto con ellas: la tendencia al vuelo… la promesa de lluvia.

Sigo pues, andando la vida así, enamorada:

Pentagrama urbano
Levantar la mirada y descubrir en el complejo pentagrama de cables, la canción de amor que el
invierno escribe con nubes. Para mí.



Mónica Morales Rocha
@MoonyTj


miércoles, 15 de abril de 2015

Interblogueando con @Joisab

 
Un solo tema, dos puntos de vista:
LLUVIA
Mi punto de vista en su blog: quemevanahablardeamor.blogspot.mx
El punto de vista de @Joisab , aquí:
 
 
He afirmado que puedo pasar horas viendo llover; tantas veces lo he dicho que ya me lo creo, aunque la verdad nunca he tenido las horas disponibles para hacerlo o si las he llegado a tener, la lluvia es efímera, breve, circunspecta, así que hasta ahora no han coincidido mis horas y la duración del fenómeno meteorológico ¿fenómeno, meteoro?. Aquí estoy ahora, viendo caer la lluvia interminable… A ver: ¿si no cae no es lluvia? La caída del agua es parte de su definición, claro…  ¿y la lluvia de balas, no es ésta horizontal?,  ¿se puede caer horizontalmente? Dejémoslo así. La lluvia ¿interminable?... las palabras con sus bofetadas a veces tan tiernas.
Allá está el cadáver.
Miro sin cansancio (incansablemente) el agua que se derrumba y derrama (ni se derrumba ni se derrama, ¿se vuelca?) y quiero no seguir con la diatriba metalingüística que me ronda como sombra, el charco donde siempre piso, qué hacer. Las gotas caen sobre el cadáver (caen sobre el caído), parecen solícitas criaturas acariciando con liquidez la yaciente carne. Oigo la profusión del agua sobre el techo y deseo pensar en insectos bailando sobre el metal, siguiendo la melodía acuosa, el regocijo mortal. El cadáver se baña o es bañado y siento que veo una fotografía antigua y enigmática, incolora, relavada. Imagino las nubes, creadoras laboriosas de las minúsculas porciones de humedad.
La luz, con placidez de arroyo lento cae y difumina  el cuerpo que ahora luce cual ruina pletórica de agua; que rezuma lluvia, agregaría, si otro fuera el momento y si la puerta no se abriera con violencia, atrayéndome a la distracción del diálogo.
- ¿Quihúbo, qué haces? -Preguntas, sin notar mi sobresalto.
- Viendo… (… llover, te diría, pero me interrumpes y mascullas, farfullas, no sé cómo haces para gritar tan apagadamente; no cualquiera, me digo, casi a  punto de envidiarte).
-¡Qué chingada peste!
-¿Peste? Pregunto, incrédula a medias porque ya el aroma fétido me envuelve y me convierte en crédula y creyente (credencial y crepitante). El tremendo hedor premonitorio y dulce, amargo,  melancólico y ácido de la descomposición inunda mi cuerpo y me hace bailar en una arcada repentina, la boca se me llena de gotas que no caen, ni lavan las calles, ni mojan los árboles; la boca no me llueve, pues, solo se inunda de agua.
- ¡El solazo cabrón y ese perro  en plena banqueta! ¿Que no hay quien haga algo?, ¡carajo, no se soporta! ¿Qué no tienes nariz? - No esperas respuesta a tal pregunta retórica; te veo buscar, encontrar una pala, guantes y salir, a hacer algo, a deshacerte de, a ocultar tal, a practicar lo evidente, porque no sabes que.
Yo ya había hecho la lluvia y la veía caer.
Rodar.
Correr.
Para borrar la pestilencia, eliminar el animal muerto, crear un cadáver bendecido por el agua. Olvidar.
(Por lo menos siete verbos sin conjugar, según definición eso es el olvido)

Josefa Isabel Rojas Molina / 15 de abril de 2015 / Cananea, Sonora, México